viernes, 30 de junio de 2017

Cowboy's fairy tale…and Marilyn Monroe, of course: “Bus stop”, de Joshua Logan.


Bus Stop o el arte de esquivar las premisas ful a la mayor gloria de Marilyn Monroe y Don Murray


Título original: Bus Stop
Año: 1956
Duración: 96 min.
País: Estados Unidos
Director: Joshua Logan
Guion: George Axelrod (Obra: William Inge)
Música: Cyril J. Mockridge, Alfred Newman
Fotografía: Milton R. Krasner
Reparto: Marilyn Monroe,  Don Murray,  Arthur O'Connell,  Betty Field,  Eileen Heckart, Robert Bray,  Hope Lange,  Hans Conried,  Max Showalter.


Si se sabe -yo lo he sabido “después” de ver la película-, que Don Murray era un neoyorquino que en su vida había montado en un caballo hasta la realización de la película, es fácil entender que ese pedazo de actor ganara el Oscar a la mejor interpretación por este Bus Stop tan especial como lo que es: un raro cuento de hadas en Arizona. Hacer una sinopsis argumental quizá supusiera, de hecho, persuadir al posible espectador de que no se le ha perdido nada en un disparate semejante, porque Bus Stop, primero obra teatral de William Inge, un sólido autor teatral usamericano, narra la historia de un cowboy de Montana que, además de ser virgen, busca descubrir el “ángel” de su vida para casarse con él, se dirige a un rodeo en Arizona en compañía de su tutor, un espléndido Arthur O’Comnell, uno de los grandes e inolvidables secundarios del cine usamericano, que venía de rodar con el propio Logan esa joya que es Picnic, junto a Kim Novak y William Holden, con quien vivirá una aventura en la “civilización”, porque esa salida es para el chico el equivalente a un estreno en sociedad, porque Arizona así se le aparece al joven más hecho al trato con las bestias que con los animales. Rodada en CinemaScope, un formato idóneo para las tomas en el autobús, que abundan en la película, incluido ese momento soberbio de las confidencias a media noche entre Marilyn y Hope Lange. Nada más entrar en un bar donde actúa Marilyn, como una cantante sin voz, pero con un cuerpo glorioso, el cowboy sufre el flechazo de Cupido y sabe que está en presencia de “ángel”, a la que da ya por “lazada” como su esposa. A partir de ese momento, la película será el acoso sin barreras éticas a la cantante por parte del cowboy para oficializar su matrimonio, porque es indudable que ella “ha de ser para él”, sin que, en ello, ella tenga ni la más mínima posibilidad de decir su parecer. Chérie -que el vaquero traduce, a su idiolecto singular, como Cherry, es una joven soñadora y poco dotada que, a través de trabajos como el presente, aspira a seguir su camino a través de Usamérica, de este a oeste, hasta conseguir llegar a Hollywood para probar fortuna como actriz y cantante. La obra fue un éxito teatral y tuvo en Kim Stanley, en el papel de Marilyn, la principal baza de su éxito. Tanto fue así, que Marilyn no dudó en imitar la representación de Stanley, sobre todo fonéticamente. No había dicho hasta ahora que Marilyn produjo esta película, lo que le granjeó, durante el rodaje, algo así como un estatus de jefa que arruinó su relación con Don Murray, por ejemplo, aunque fue a este a quien le concedieron un merecido Oscar por su interpretación extravertida -para algunos críticos “sobreactuada”- de Beauregard, nombre francés que él esconde tras un Bo que le permite obviar lo que entiende implícitamente como un nombre afeminado y que, sin embargo, a Chérie le parece, cuando lo oye, algo así como una revelación, como una sorpresa, como una posibilidad de que el gañán que la persigue pueda no serlo y esconder tras sus rústicas maneras un auténtico gentleman. La situación, como se advierte, no parece que pueda dar mucho de sí, pero la obra está llena de una ironía y un sentido de la progresión argumental que se resuelve en un desenlace magnífico en un huis clos clásico, porque el autobús donde viajan los protagonistas se ha de detener por la nieve en una parada de autobús hasta que liberen la carretera y puedan seguir viaje. Esa parada forzosa permitirá llegar a un desenlace que recoge todas las subtramas esparcidas a lo largo del relato y concluir con una brillantez propia de un cuento de hadas moderno. Dos son, a mi parecer, los factores determinantes del interés de Bus Stop: el primero, las interpretaciones fantásticas de todo el reparto y, especialmente, de los dos protagonistas, aunque en la caracterización de Marilyn se les haya escapado la mano en el blanco de la cara -con el afán de significar que, por su trabajo nocturno, el personaje nunca está en contacto con el sol…- y quizás el esforzado cowboy sobreactúe un pelín el papel de cowboy ingenuo y apasionado; el segundo, la dirección y la puesta en escena, junto con un color muy contrastado y propio de producciones al estilo de Oklahoma, Siete novias para siete hermanos, Operación Pacífico y tantas otras. La película está llena de planos cuidadosamente escogidos, y entre los que sobresalen los del interior del autobús, por supuesto, donde el director consigue crear un microcosmos que mucho más tarde veremos, por ejemplo, en Cowboy de medianoche, de Schlesinger,  auténtico reverso trágico del cowboy vitalista, rudo y rancio de Bus Stop. Ese microcosmos que ha sido tan bellamente descrito en una de las mejores canciones de Paul Simon: América (Let us be lovers,/We'll marry our fortunes together,/I've got some real estate,/Here in my bag…). Sobre Marilyn o bien se dice todo, y esta crítica se alargaría hasta lo imposible, o se pronuncia su nombre y todos nos entendemos. En esta película, además, la primera que rodó la actriz tras su paso por el Actor’s Studio, y dirigida por quien también pasó por esa institución, se advierte el enorme esfuerzo de “composición” que llevó a cabo Marilyn, incluso deformando la voz en el número musical para construir un personaje acorde con el diseñado en la obra original. Estamos ante un personaje complejo, dentro de su minúscula sencillez, y Marilyn fue capaz de expresar todos esos matices que el personaje exigía, lo que convierte la película en un duelo interpretativo estupendo entre ella y Don Murray, del que los espectadores se benefician. Si a ese duelo le añadimos las sobresalientes interpretaciones del resto del reparto, entenderemos por qué, aun a pesar de las muchas concesiones que hemos de hacer para “entrar” en el realismo mágico de la película, esta se sigue con una delectación extrema y con una permanente sonrisa en los labios. La obra esconde ciertas cargas de profundidad, sobre todo contra el machismo, que pueden pasar inadvertidas, pero que están ahí con soberbia presencia y emotiva contundencia. Pues eso, un autobús del que no conviene bajarse, excepto, por razones de fuera mayor, y ello para, después, emprender un nuevo viaje, radicalmente distinto. Pues sí, un bello cuento de hadas vaquero…

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