domingo, 16 de abril de 2017

Las relaciones de pareja vistas por Ferreri y Azcona: “Marcha nupcial”, de Marco Ferreri.





Tres cortos sobre la vida sexual con un poderoso preámbulo perruno o la sátira mellada a cincuenta años vista: Marcha nupcial, de Ferreri o una reliquia bien conservada.

Título original: Marcia nuziale
Año: 1965
Duración: 100 min.
País: Italia
Director: Marco Ferreri
Guion: Rafael Azcona, Diego Fabbri, Marco Ferreri
Música: Teo Usuelli
Fotografía: Benito Frattari, Enzo Serafin, Mario Vulpiani (B&W)
Reparto: Ugo Tognazzi,  Shirley Anne Field,  Alexandra Stewart,  Gaia Germani, Catherine Faillot,  Tecla Scarano,  Gianni Bonagura,  Julia Drago.


Hace poco, un error comprensible me llevó a adjudicar Tamaño natural, sin más averiguaciones, en una respuesta inmediata a Marco Ferreri. Me corrigieron y ahí quedó la cosa. Ahora, sin embargo, después de haber visto estos cuatro cortos que forman la Marcha nupcial, aún quedaría más disculpado mi garrafal fallo de memoria de entonces, porque uno de ellos, el último, La familia feliz, nos plantea una utopía -en un paisaje que parece isleño- en la que parejas e hijos son muñecos hinchables, en un anticipo de lo que, ocho años después y el mismo guionista por medio, Azcona, sería Tamaño natural. No reclamo acierto en el error, está claro, pero estos cortos han venido a darme algo de razón aun en el error. Supongo, ya en plena ficción, que incluso hubo un momento en que Berlanga y Ferreri se disputarían rodar el guion de Azcona, pero detengamos aquí la espiral de la ficción y atengámonos a estos cortos de desigual factura pero inequívoco interés sociológico, al menos dos de ellos, los centrales, El deber conyugal e Higiene conyugal, porque el primero, Primeras nupcias, es una introducción paródica a través de la unión de dos perros con pedigrí aristocrático cuyo cruce se realiza con todo lujo de detalles en una clínica veterinaria tras haber firmado los dueños los papeles de la boda ante el notario propio de esos menesteres, y el último, La familia feliz, se desvía hacia una utopía desoladora cuyo alcance satírico no acaba de redondearse con una puesta en escena ridícula y una situación que no admite la más mínima extensión narrativa. En los cuatro cortos, sin embargo, la poderosa presencia de Ugo Tognazzi es suficiente atractivo como para pasar una buena tarde viéndole superarse corto a corto, con dos actuaciones estelares en el primero y en el tercero. En el primero, su omnipresencia de amanerado propietario de una perrita con un pedigrí insuperable en busca de descendencia, un personaje en el que parece lejanamente inspirado, mutatis mutandi, el del Landa de No desearás al vecino del quinto, lo es todo, aunque el resto del reparto contribuye a crear esa atmósfera de extrañeza que roza la inverosimilitud y que, sin embargo, se instala en el espectador como una realidad de tomo y lomo, algo que para quien ha visto Very Important perros (The best show, en el original), de Christopher Guest, una fantástica comedia, le parecerá de lo más normal. El segundo corto, El deber conyugal, sí que es una verdadera joya. Un hombre que vive con su mujer, su hijo mal criado y la suegra, que padece insomnio y a quien su mujer le niega sistemáticamente el “débito” conyugal, básicamente por su escaso atractivo y porque, una vez ha conseguido ser mantenida y tener descendencia, se desentiende de ese débito que va posponiendo día tras día hasta conseguir que el marido, bueno hasta decir basta, se someta a una cruel resignación. La situación es totalmente neorrealista, y a ello contribuye la puesta en escena de una casa en sombras y opresiva, por la que la suegra se mueve espiándolos como una sombra maléfica, y patética; pero el monólogo de Tognazzi deriva hacia lo bufo en vez de hacia el drama, porque la situación es, realmente, como para que la aciaga sombra de la tragedia se cerniera sobre ellos. La contrastada fotografía en blanco y negro y ciertos encuadres de ambos en la cama recuerdan lo mejor del neorrealismo italiano de veinte años atrás, si bien, insisto, la deriva cómica de la actuación de Tognazzi nos sitúa en una suerte de parodia de aquél, perfectamente imitada en el aspecto técnico. El corto “moderno”, por así decirlo, frente al tradicional de la vivencia del sexo por las clases populares, que sería el del débito, sitúa la acción en Nueva York y nos introduce en una vivencia, diríamos científica, de las problemas sexuales de los personajes, quienes no solo siguen técnicas innovadoras, como el sexo diurno frente al clásico de las noches, para lo cual la pareja ha de contratar una babysitter mientras intenta vencer sus incompatibilidades, sino que, además, y eso es lo mejor del corto, participan en terapias colectivas en las que se habla abiertamente de los problemas que tienen las diferentes parejas y de los métodos que han empleado para vencerlos. La reunión terapéutica es, acaso, lo mejor del corto y da pie a no pocos gags de notable interés, como el asedio final del protagonista a la anfitriona, que pone punto y final al corto. Después, como ya dije, viene el corto dedicado a la utopía deshumanizada que preludia claramente la película de Berlanga, Tamaño natural, sobre la que ya me he extendido lo suficiente como para insistir en ello. Que Marco Ferreri es un director “clásico” no admite objeción, y que, dentro de lo que cabe, es subversivo, también. Pero el tiempo lamina y desgasta, socava y transforma la sátira en ingenuidad, de ahí que, vistos los cuatro episodios, si alguno hubiera de pasar a una antología de cortos de la cinematografía italiana, ese sería el primero de todos, Primeras nupcias, que aún mantiene un sano poder corrosivo.

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