domingo, 7 de agosto de 2016

Del off-Broadway a la pantalla sin perder un ápice de calidad: “Nosotros dos”, el debut de Kevin Dowling con un insólito Russell Crowe.





Nosotros dos, de Kevin Dowling, o la familia que acepta al hijo homosexual unida, espectacular Rusell Crowe, permanece unida. Una divertida comedia que integra el drama con perfecta naturalidad.




Título original: The Sum of Us
Año: 1994
Duración: 100 min.
País: Australia
Director: Geoff Burton, Kevin Dowling
Guión: David Stevens
Música: Dave Faulkner
Fotografía: Geoff Burton
Reparto: Jack Thompson, Russell Crowe, John Polson, Deborah Kennedy, Joss Moroney, Julie Herbert, Mitch Mathews.

Como en otras ocasiones he indicado, hay traducciones de títulos cinematográficos que desorientan por completo al espectador, y a veces hasta lo disuaden de entrar en la sala. Nosotros dos no es especialmente deleznable, pero en comparación con el original The Sum, of Us, literalmente “La suma de nosotros”, pierde la dimensión moral que incluye esa suma que fortalece un vínculo familiar frente a la incomprensión habitual en los casos en que las familias descubren que algún descendiente es homosexual, como ocurre, por vía excesivamente didáctica, en el caso del no-se-sabe-si-lo-nuestro-llegará-a-ser-algo-serio del hijo con un ligue que vive el rechazo asqueado de su padre y el amor sumiso de su madre. Porque la película tiene la homosexualidad como motivo temático fundamental, pero la historia tiene la virtud de hacernóslo olvidar en cuestión de minutos para centrarnos, entonces, en el tema verdadero, la necesidad del amor como motor vital, situación en la que se encuentran tanto el padre como el hijo, quienes gozan de una relación familiar en la que se vive con extraordinaria naturalidad la homosexualidad del hijo. El origen teatral de la película se advierte enseguida, porque no se ha renunciado al uso de los “apartes”, propios de la dramaturgia desde la Edad Media, que, en la película, cumplen una función brechtiana muy jugosa, porque implican al espectador de tal manera que no solo sirve desde la perspectiva didáctica que, sin duda, tiene la película, sino también desde la de introducir una nota de humor que haga más llevaderos algunos momentos duros de la trama, que los hay, porque el tema de la soledad y la necesidad de ser amado se plantea con todo rigor y seriedad, no es un elemento considerado desde la comedia, sino desde un realismo que, aun a pesar del tono jocoso de no pocas secuencias, domina la película de principio a fin, y esa es, me parece, una de sus grandes virtudes: la naturalidad desde la que se enfoca la convivencia de un padre tolerante con un hijo homosexual. Como puede inferirse de lo dicho, estamos ante una película en la que el trabajo de los actores tiene una importancia decisiva, porque no se trata de un film de propaganda, hecho desde el cerrado mundo de los círculos homosexuales, sino de un producto más de la industria, con una temática específica e interpretado por actores no pertenecientes a ese mundo restringido, como lo prueba la presencia de Rusell Crowe en uno de sus primeros papeles, y mucho antes, seis años antes, exactamente, de dar el gran salto a la fama con Gladiator, como prototipo, además, de macho man por excelencia, antes apuntado en L.A. Confidential y corroborado, más tarde, en Master & Commander, aunque en esta no deje de haber cierta insinuación de una homosexualidad latente. Y bien, Crowe saca una nota excelente en el difícil examen que supuso componer un papel de homosexual no solo creíble, sino capaz de ofrecer una compleja gama de matices emocionales que sabe transmitir a la perfección, acaso porque el coprotagonista, quien interpreta a su padre,  Jack Thompson le da una réplica magnífica y consiguen, ambos, llenar de verdad incontestable una relación padre-hijo casi idílica, aunque llena de un humor excelente. Es posible que a algunos espectadores la actuación de Thompson les resulte un poco cargante, porque no deja de ser, por ausencia de la madre, un padre “sobreprotector”, empeñado fundamentalmente en que su hijo encuentre una pareja estable que le ayude a disfrutar de uno de los grandes objetivos que todos han de tener en la vida: conocer el amor verdadero, como el que a él le unía a su esposa, a la madre de su hijo.  La película tiene la virtud de añadir información sobre el pasado, retrocesos temporales rodados en un blanco y negro estupendo y muy efectista, desde el punto de vista cinematográfico, que permiten comprender mejor la situación presente de los personajes. La historia de la abuela del hijo del protagonista y su tardío amor lésbico está contada y rodada con una sensibilidad poética que hace subir muchos enteros el interés por la película, y se echa de menos que ocupe, ese pasado, tan poco espacio en el metraje total de la película, aunque el romance del padre con una separada a través de una agencia de contactos tiene, también, un encanto insuperable. El realismo que domina la película, con reacciones alejadas de todo edulcoramiento y con un desenlace a la altura del mismo, permite disfrutar de la película y abandonarla con un excelente sabor de boca y no poca admiración por la lección interpretativa de Rusell Crowe, digna de figurar a la altura de la sobresaliente de Javier Bardem como Reinaldo Arenas en Antes que anochezca de Julian Schnabel, una de sus mejores interpretaciones, junto al Ramón Sampedro de Mar adentro. No hace mucho tuve la oportunidad de hacer la crítica de un thriller australiano, Huida desesperada, también interpretado por Crowe que, junto con algunas películas como Two Hands, con Heath Ledger, permiten tener una visión más o menos aproximada del excelente cine que se hace en Australia, y que a menudo suele pasarnos desapercibido.

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