viernes, 1 de julio de 2016

Olivia de Havilland por partida doble: “A través del espejo”, de Robert Siodmak.




El mundo propio, y a veces oscuro y perverso, de los gemelos idénticos: A través del espejo, de Robert Siodmak.
Título original: The Dark Mirror
Año: 1946
Duración: 85 min.
País: Estados Unidos
Director: Robert Siodmak
Guión: Nunnally Johnson (Historia: Vladimir Pozner)
Música: Dimitri Tiomkin
Fotografía: Milton Krasner (B&W)
Reparto: Olivia de Havilland, Lew Ayres, Thomas Mitchell, Richard Long, Charles Evans, Gary Owens

The dark mirror, el espejo oscuro, me parece un título más preciso y adecuado que A través del espejo. El título en inglés nos remite al desdoblamiento de Jeckyll y Hide y su traducción española a la segunda parte de Alicia en el país de las maravillas. En cualquier caso, también en esta película hay una vena de lo real maravilloso, si bien desde el punto de vista psicológico, porque la historia nos sitúa ante la previsible imposibilidad de determinar policialmente cuál de los dos gemelas idénticas ha cometido el crimen con que se abre la película, un comienzo que imitaría muchos años después Charles Crichton en El tercer secreto, por cierto. El peso de la investigación, como no podía ser de otra manera, no recae en los agentes policiales, sino en un psicólogo que, para más complicación narrativa, está enamorado de una de las dos gemelas. Técnicamente, la película es un thriller en el que curiosamente se sabe quién es la asesina y, por lo tanto, lo fundamental es cómo llegar a demostrar su identidad, siendo ambas gemelas un puro calco la una de la otra. Pronto advertiremos que ambas hermanas son el reverso la una de la otra y que, a pesar de la estrechísima unión que hay entre ambas, tiene lugar un proceso de venganza en el seno de su reducidísima comunidad que corre paralelo a la investigación del psicólogo, quien, poco a poco, va acorralando a la asesina hasta, con la colaboración de la hermana “buena”, desenmascararla. Ayer por la noche vi la película y hoy me entero, temprano, que la actriz, residente en París, acaba de cumplir la hermosa cifra de 100 años, manteniendo una presencia física que ya quisiéramos todos para nosotros, en caso de llegar a esa cada vez menos “avanzada” edad. En la película, y gracias a técnicas que hoy en día han sido superadas de forma espectacular, como demostró Woody Allen en esa joya del cine que es Zelig, Olivia de Havilland se desdobla y logra realizar un admirable trabajo que combina las ineludibles dosis de ambigüedad con la delimitación precisa de dos psicologías opuestas en una sola presencia física. A ese respecto es paradójica la afirmación última del psicólogo enamorado de una de ellas respecto de que, para él, siempre Ruth ha sido mucho más guapa que su hermana, Terry. La obra discurre la mayor parte del tiempo en interiores, sea el vestíbulo donde la hermana simpática lleva el quiosco de periódicos y golosinas, sea la casa de las hermanas, sean las oficinas de la policía, de ahí que vayamos sintiendo, a medida que avanza la acción y nos percatamos de la estrategia vengativa de Terry: querer volver loca a su hermana ya sea para que se suicide, ya para acabar internándola por demente, una suerte de claustrofobia que coincide punto por punto con el desplazamiento de la investigación de los móviles tradicionales del cine negro a los móviles psicológicos del trastorno mental en el difícil mundo de los gemelos idénticos, sobre los que tanta bibliografía hay, porque suponen un desafío apasionante a las teorías sobre la singularidad del yo y la personalidad que suele identificarlo como tal ante uno mismo y ante los demás. Lo habitual, sin embargo, es que en los gemelos idénticos, al margen de la singularidad propia de cada cual, se desarrolle un vínculo indestructible que difícilmente será puesto en cuestión nunca. Estamos, en el caso de la película, así pues, en una suerte de “desviación” de la norma, y de ahí lo del “espejo oscuro” que tanto le cuesta reconocer a la hermana que se convierto en objeto de la venganza de la rencorosa que no soporta el éxito social de la dulce y simpática Ruth. Se trata de motivaciones elementales, si se quiere, pero que forman parte de los celos entre hermanos que son algo así como el abecé de la realidad nuestra de cada día en el ámbito fraternal. ¡Benditos sean quienes se han librado de esa tenebrosa pulsión de los celos fraternales!  Aunque Havilland lleva el peso de la película, tanto el psicólogo, Lew Ayres, como el inspector de policía, el secundario por excelencia el cine usamericano, Thomas Mitchell, le dan la réplica perfectamente. Entre todos consiguen que los espectadores se contagien del verdadero callejón sin salida en el que se hallan el psicólogo y el policía, sabiendo que una de las dos es una asesina y no poder demostrarlo. El psicólogo, finalmente, gracias a la exploración de ambas, logra determinar con cierta nitidez la identidad de cada cual, a lo que contribuye, sin duda el estar enamorado y ser correspondido por una de ellas. ¿Puedes distinguir el beso de una y de otra?, le pregunta Terry, aunque el doctor le diga, mintiéndole, que no ha besado a Ruth. La historia no descuida en ningún momento, como se advierte por lo que acabo de decir, el poder del sentimiento en lucha con el poder de la investigación psicológica, de modo que buena parte del público crea más en el poder de revelación de esos sentimientos que en el del test de Rorschach, cuyos dibujos sirven de pantalla de fondo para los títulos de crédito al inicio de la película, dando una pista inequívoca de los derroteros por los que va moverse la historia. A través del espejo, aunque mejorable técnicamente, está claro, es una película que se sigue viendo con el mismo interés apasionado que cuando fue estrenada. ¿La convierte eso en un “clásico”? Estoy convencido de que sí. Felicidades, Olivia, y gracias por tu carrera cinematográfica.


No hay comentarios:

Publicar un comentario