lunes, 20 de junio de 2016

El propio autor, la mejor novela: “El almuerzo desnudo”, de David Cronenberg.


Rareza, rareza: El almuerzo desnudo, de David Cronenberg, o una singular inmersión en el universo delirante, literario y existencial, de William Burroughs.

Título original: Naked Lunch
Año: 1991
Duración: 115 min.
País: Canadá
Director: David Cronenberg
Guión: David Cronenberg (Novela: William Burroughs)
Música: Howard Shore
Fotografía: Peter Suschitzky
Reparto: Peter Weller, Judy Davis, Ian Holm, Julian Sands, Roy Scheider, Nicholas Campbell, Monique Mercure, Michael Zelniker, Joseph Scorsiani, Robert A. Silverman, Mathilda May.


Leo que la película se estrenó en 2007, pero ignoro si llegó a más de diez salas en todo el país… Si otros dicen que aún no se ha estrenado y que solo es accesible en vídeo, parece que la palabra “estreno” debería precisarse con, al menos, un número de copias que permita sugerir que alguien en algún sitio en alguna sesión ha visto la película. Cuando la escogí en mi videoteca no primó la referencia literaria del extraño y sombrío libro de Burroughs, que leí pronto hará de ello cuarenta años, sino la adaptación de un director, David Cronenberg, que forma parte de mi cuadro de honor de directores actuales, y aun de siempre, porque Cronenberg creo que ha ganado con creces ese lugar de privilegio en la Historia del Cine, por más que, en una obra tan extensa, haya sus más y sus menos. El almuerzo desnudo no es una mera transcripción en imágenes del “artefacto” literario de Burroughs, porque ello mismo no solo exigiría un guion tan caótico como el propio libro sino, sobre todo, prescindir de ese anclaje imprescindible para una película que se estrene comercialmente: un hilo narrativo reconocible. Cronenberg ha optado por escoger a Burroughs como protagonista y nos lo presenta en el momento vital en que está escribiendo Naked Lunch y, como fue costumbre a lo largo de su vida, consumía habitualmente drogas y cultivaba su afición a las armas de fuego, un pasatiempo del que se derivó la muerte, supuestamente accidental, de su esposa, Joan Vollmer, con quien tuvo un hijo, aun reconociéndose plenamente homosexual, en el transcurso de una recreación del famoso episodio del legendario  Guillermo Tell y la manzana sobre la cabeza de su hijo. La esposa acabó con un tiro en la frente y él huyendo de la justicia, aunque fue condenado en ausencia, si bien luego se le retiró la pena. Así pues, acaso un título más apropiado hubiera sido algo así como Génesis de El almuerzo desnudo, o por ahí, porque le permitiría al espectador no desengañarse respecto de lo que se le promete, aunque mucho me temo que los productores confiaban en que la figura de Burroughs fuera tan exótica que daba igual que el título no respondiese a lo que usualmente entendemos por una adaptación literaria. En cualquier caso, el camino escogido por Cronenberg me parece estupendo, porque permite “revisar” una época del autor y entender las claves no solo de Naked Lunch, sino prácticamente de toda su obra, dominada por el afán de escapar de la alienación que supone el lenguaje socialmente establecido. Teniendo en cuenta que el autor alucina durante buena parte del metraje, a nadie le puede extrañar que Cronenberg se haya recreado en la transcripción fílmica de esas alucinaciones que adquieren, en el guion, la personificación de insectos monstruosos que establecen una complicidad con el autor, en tanto que habitantes de un espacio irreal, Interzone,  en el que se le exige al autor que elabore unos informes que acabarán convirtiéndose en el original de Naked Lunch. La película es puro Cronenberg de su lado más oscuro. Y aunque pudiera pensarse que esa mezcla de irrealidad y vida cotidiana podría dar pie a una historia lastrada fatalmente por la inverosimilitud, lo cierto es que la puesta en escena y las interpretaciones nos permiten una inmersión en la mente desequilibrada del protagonista que tiene su recompensa. La acción, entre Nueva York y Tánger, está llena de interiores degradados e iluminados con una suerte de claroscuro en el que los personajes parecen tan desvencijados como los enseres del decorado. La profesión del autor, desinsectador, favorece esas alucinaciones zoológicas, y tiene escenas “laborales” con una potencia visual extraordinaria. La aparición de la mujer del protagonista inyectándose en el pecho el polvo matacucarachas que usa el marido en su trabajo, para poder tener un viaje singular nos indica desde el inicio de la película que no van a faltar, ciertamente, emociones visuales que llevarnos a los ojos… El círculo literario que frecuenta el protagonista nos permite adentrarnos en el retrato de una generación de escritores, la beat, de la década de los 50, a la que un periodista etiquetó como beatnik en 1958, con cuyos miembros tuvo Burroughs estrecha amistad, especialmente con Kerouac y Ginsberg.  Burroughs, para quienes ignoren su existencia, es ese señor de aspecto ultraconservador, delgado, perfectamente trajeado, con corbata y sombrero, apasionado de las drogas y las armas, cuya obra es un vómito consciente sobre buena parte de los valores conservadores de la sociedad usamericana. Como fue hijo de familia rica se entiende que supiera de lo que hablaba. Y lo hizo desde una marginalidad vital y artística a la que fue fiel toda su vida, una vida en la que, como él mismo reconoció, el “accidente” de su esposa, marcó un antes y un después. La película, a veces indirectamente, nos permite entender el retrato del autor y esa suerte de ceremonia del silencio en que se gestan sus obras. Hermético no siempre significa oscuro, y en el caso de Burroughs ha de asociarse a lucidez, natural y, sobre todo, inducida, pero lucidez crítica al fin y al cabo. Esa actitud insobornable fue la que lo llevó a darse de baja de la Cienciología, donde Tom Cruise, por cierto, sigue militando con entusiasmo… He de avisar, sería deshonesto no hacerlo, que sin cierto “contexto” puede resultar algo durillo adentrarse en la contemplación de esta película, porque a pesar del esfuerzo archiimaginativo de Cronenberg, de los espacios sugerentes que crea y de las magníficas interpretaciones de cuantos aparecen, es probable que espectadores poco motivados se desentiendan de una trama a medio camino entre la realidad, la ficción y el delirio y opten por no llegar ni siquiera al final de un metraje acaso un poco excesivo para un desarrollo tan moroso, por espectaculares que sean la mayoría de las imágenes.

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