miércoles, 2 de septiembre de 2015

“Amy”, un documental sobre el desgarro existencial de una singular artista.


                                


Amy: La trágica existencia de una jovencísima “dama” del soul y el jazz.


Título original: Amy
Año: 2015
Duración: 128 min.
País: Reino Unido
Director: Asif Kapadia
Guión: Asif Kapadia
Música: Antonio Pinto
Reparto: Documentary, Amy Winehouse, Mitchell Winehouse, Blake Fielder, Salaam Remi, Nick Shymanksy, Yasiin Bey, Mos Def, Tony Bennett, Mark Ronson, Janis Winehouse

            Desde que la poderosa y singular voz negra de la británica Amy Winehouse comenzó a dominar la escena musical, todos los aficionados vimos en ella la nueva reina del soul y del jazz, a pesar de su edad. Si a ello se unía las magníficas canciones escritas por ella, basadas en sus propias experiencias, todo parecía indicar que estábamos ante una de las carreras más prometedoras, si partíamos de un presente tan maduro como el del álbum Back to Black. Pronto, sin embargo, las noticias musicales dejarían paso a las noticias en el capítulo de “sucesos” por el desastroso giro que la vida de la cantante dio al conocer a quien se convertiría en su marido, Blake Fielder. El documental Amy narra esa historia tan repetida a lo largo de la historia del arte: el ascenso y la caída de una estrella, ese viaje que lleva a una adolescente británica con relativamente escasa formación académica y profesional desde unos inicios prometedores hasta acabar convirtiéndose en un auténtico juguete roto a merced de la prensa sensacionalista, debido a una complejidad de factores que el documental intenta plasmar con objetividad y rigor. Y lo consigue. Nadie ignora la técnica eficaz del biopic documental basado en las entrevistas a las personas que conocieron a la estrella. La diferencia, en este caso, es que hablamos de una artista del siglo XXI, de una persona de la que hay filmaciones desde que era pequeña. Con todo ese material, el director Asif Kapadia ha construido una narración, un relato biográfico sobre Amy Winehouse en el que parece que la propia biografiada esté intepretándose a sí misma, a juzgar por la habilidad con que Kapadia ha sabido utilizar sus fuentes documentales. El presente informativo de todos los medios de comunicación es impúdico, de ahí que incluso de los peores trances vividos por la cantante dispongamos de imágenes que se ajustan a la perfección a ese relato creado por el director. Sorprende tanto esa narración que el espectador puede legítimamente preguntarse por la excéntrica hipótesis de que  pudiéramos estar ante un pseudodocumental, dada la estructura de película de ficción (basada en “hechos reales”) que tiene Amy, puesto que la narración va progresando en el proceso de deterioro de la cantante hasta llegar al apogeo de su hundimiento, del que parece salir ilusoriamente justo antes de caer definitivamente.
Amy  es la historia de un proceso de autodestrucción que parece ajustarse a una pautas muy conocidas, porque cuando se alcanza el estrellato a una edad tan temprana se ha de disponer de unos sólidos apoyos que nos permitan sortear los infinitos escollos de esa ingrata travesía, sean propios o ajenos, pero no fue el caso. Hija “sin padre” durante la infancia y la adolescencia, hasta que éste reaparece para ocupar un lugar de privilegio que más parece una usurpación, Amy Winehouse no persigue con demasiado ahínco el sueño de la gloria, sino que parece venírsele encima sin tener la más mínima preparación para soportar una presión a la que su de por sí marcada inestabilidad psicológica no puede hacer frente. Hablamos de una adolescente que ha tenido problemas de bulimia y depresión y que se convierte en terreno fértil para que su novio, Blake, la introduzca en el mundo de la droga, del que, lamentablemente, ya no podrá salir. Recordemos que su canción más popular, Rehab, es casi un himno de resistencia a la asistencia psicológica. Con todo, las imágenes del documental dejan claro, por la primera prueba que hace Amy para intentar ser contratada, que tanto o más mérito que ella tienen, en su carrera, quienes descubrieron en ella un potencial tan impresionante apenas oyeron unos acordes mal rasgados y una voz llena de desafinación y escasa de matices… En aquella inicial adolescente recluida en su pequeño mundo y dueña de cuatro acordes mal ejecutados en el mástil de la guitarra, ¿quién que no fuera un genio de la caza de talentos hubiera visto lo que luego llegó a ser? Y esa parte, la de la “construcción” de la artista a partir de su anodina y vitalista adolescencia es, sin duda, la parte más emotiva e interesante del documental, porque vemos en pantalla algo así como lo que ofrecía aquel programa de televisión que transformaba a anónimas candidatas, a través del vestuario, el maquillaje y el peinado, para sacar, se supone, lo “mejor” de ellas, en “otras” personas. Gran parte de la personalidad de Amy Winehouse va ligada a esa transformación, pero su inseguridad congénita también se manifestará en la continua búsqueda de una “sí misma” que acaso nunca llegó a conocer, pues no tardó en despeñarse por el abismo de la evasión a través de las drogas. Lo que está claro es que no tuvo una vida feliz, y que recorrió todos los caminos que no la llevaban hacia ella.
         Es imposible que no nos vengan a la memoria, salvando cuantas distancias sea necesario, casos famosos como los de Janis Joplin, Jim Morrison o Kurt Cobain, entre tantos como podrían citarse, pero en el caso de esta pareja Winehouse-Blake, enseguida la memoria me trajo a primer plano del recuerdo una vieja película de Alex Cox, Sid y Nancy (1986) sobre el líder del grupo punk Sex Pistols, Sid Vicious. Todas las degradaciones que tienen su origen en la drogadicción se parecen demasiado, pero, en el caso de Amy, ello ocurre justamente cuando su carrera sigue una trayectoria ascendente radicalmente opuesta a su descenso a los infiernos. Pronto se reviste, a ojos del gran público, de la aureola de artista “maldita” y transgresora que contribuye a incrementar el interés morboso de los media, lo que crea un círculo vicioso del que solo pudo huir, dadas sus nulas fuerzas para romperlo. En ese aspecto, Amy recuerda mucho otro documental que hemos criticado en estas páginas sobre el excepcional músico que fue Antonio Vega, Antonio Vega. Tu voz entre otras mil. (2014).
         Poco antes de estrenarse el documental leí que la reacción del padre había sido la de intentar prohibirlo por dar de su hija una imagen que traicionaba y desprestigiaba lo que había sido su vida. Visto el documental, no me extraña la reacción del padre, porque es él mismo quien sale más que mal parado, al presentárnoslo como una nefasta influencia en la vida de su hija, de quien solo parece apreciar su capacidad de generar beneficios, a pesar de sus esfuerzos por contribuir a su rehabilitación. Pero quien ha de llevarse todas las execraciones posibles por el trágico destino de la artista es su propio marido, Blake Fielder. Imposible le es al espectador determinar, después de haber visto la película, que poderoso hechizo consiguió que una artista tan sensible, perfeccionista y extraordinaria como Winehouse, acabara seducida y abducida por un ser tan mediocre, tan vulgar, como el tal Blake Fielder.

         Aunque la película no es propiamente un musical, porque no se busca una presentación artística y efectista de sus numerosas canciones, en él se hallan algunas interpretaciones que tocan profundamente la más sensible de las fibras de los espectadores, quienes comprenden, mientras escuchan en fervoroso silencio, el milagro de la voz de una malograda artista a la que se seguirá escuchando durante mucho tiempo.

2 comentarios:

  1. Vi este documental con sumo interés. Coincido contigo en tus valoraciones. La fragilidad de Amy, sus relaciones afectivas destructivas. Su carácter quebradizo, el impacto de la fama que ella no hubiera deseado... son factores que coadyuvan a su adicción al alcohol y las drogas. Fue una hermosa flor devorada por la sociedad de consumo y sus propias debilidades. Lo que pasa es que quien muere joven permanece joven para siempre. Siempre veremos joven a Amy, escucharemos su extraordinaria voz con estremecimiento, sabremos de su vida y su caída. Conocí a Amy tras su muerte. Alguien me dijo que padecía el Trastorno Límite de la Personalidad, algo que explicaría su rotura personal, su falta de adecuación al mundo, su carencia de cinismo, su pureza que daban soporte a su voz hermosísima. Me gustaría volver a ver el documental.

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  2. Me alegra coincidir contigo. LO que más me gustó del documental fue el intento de crear una narración biográfica en la que ella, gracias al material de archivo, parecía estar interpretando su autodestructivo papel... Un planteamiento perverso, porque presupone un desenlace diferente, la ilusión por el cual se mantiene casi hasta laqs últimas secuencias.

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