martes, 7 de julio de 2015

“Lejos del mundanal ruido” o cómo cegarse al escoger marido. Vinterberg vs. Schlesinger


                                                   

Lejos del mundanal ruido o La perfecta ambientación de unas folletinescas pasiones desbravadas…

Título original: Far from the Madding Crowd
Año: 2015
Duración: 119 min.
País: Reino Unido
Director: Thomas Vinterberg
Guión: David Nicholls (Novela: Thomas Hardy)
Música: Craig Armstrong
Fotografía: Charlotte Bruus Christensen
Reparto: Carey Mulligan, Matthias Schoenaerts, Michael Sheen, Tom Sturridge, Juno Temple, Jessica Barden, Hilton McRae, Richard Dixon, Bradley Hall, Jamie Lee-Hill, Eloise Oliver, John Neville, David Golt, Lilian Price, Michael Jan Dixon

        Suele defenderse, en aras de la destensada convivencia social, que las comparaciones son odiosas, pero en el arte no solo no es cierto el imperativo socializante, sino que a veces se convierte en una suerte de imperativo categórico para poder establecer un juicio o darle al espectador argumentos con cierta solvencia; de hecho, en el ámbito de la literatura hay una especialidad que se llama Literatura comparada, no lo olvidemos. En el cine lo que hay son las llamadas “versiones”. Del mismo modo que la originalidad prima en la literatura, al menos desde el Romanticismo; en la historia del cine es práctica habitual que los directores lleven a la pantalla obras llevadas con anterioridad y a veces con notable éxito. El lado comercial de estas versiones serían las adaptaciones americanas de los éxitos europeos. Pero no deja de sorprender que habiendo sido llevada al cine la novela de Hardy, Lejos del mundanal ruido(1967), por un director tan prestigioso como John Schlesinger y actores tan prestigiosos como Alan Bates, John Finch, Julie Christie y Terence Stamp, el director danés Thomas Vinterberg, creador, con Lars von Trier y otros del movimiento fílmico Dogma, se haya empeñado en reeditar aquella aventura que en su momento no tuvo el éxito popular esperado, e incluso podríamos hablar de fracaso, si bien revisada ahora, con motivo de la presente versión, la verdad es que no hay color entre la adaptación apasionada de Schlesinger, creador de imágenes memorables, y esta suerte de faena de aliño que ha hecho el otrora cineasta provocador que fue Vinterberg, cuya obra La celebración (1998) es, sin embargo, una excelente película de visión obligada. Incluso me atrevería a decir que Vinterberg no ha logrado “distanciarse” del original de Schlesinger, al que parece seguir con entusiasmo, como si la película le hubiera gustado tanto que, en vez de plantear una adaptación libre de Hardy, quisiera ceñirse a la obra del director británico.
         La oba de Vinterberg parece empeñada en sortear la veta melodramática, folletinesca, propia de la obra literaria y si bien se inicia la película haciendo la apología de la mujer fuerte e independiente, segura de sí misma y digna competidora de los hombres en una sociedad tan machista como la del siglo XIX, no tardará la fragilidad romántica de la protagonista en descomponer aquella imagen. De hecho la historia de Lejos del mundanal ruido es la del fracaso sentimental de una mujer altiva y orgullosa que, por esa falsa seguridad y por su inexperiencia absoluta en el terreno amoroso, escoge como marido el peor partido posible. Desprecia, de buen comienzo, la propuesta matrimonial de un pastor que la ama más allá de toda medida y que, por esos azares folletinescos, acabará convirtiéndose en el capataz/mano derecha de la protagonista cuando ésta hereda una granja de su tío;  y desprecia, así mismo, la propuesta de su nuevo vecino, un terrateniente soltero que siempre se ha cuidado de ceder a las interesadas pretensiones de sus vecinas, y por quien ella no siente la más mínima pasión, aunque, en el devenir de la historia puede convertirse en un excelente partido que la saque de los atolladeros económicos en que cae por la afición al juego y a las diversiones de su flamante marido. La historia de la protagonista, Batsheba Everden, tiene, así pues, una actualidad sorprendente, porque quizás sea un mal de ayer, de hoy y de siempre la insistencia de tantísimas mujeres en cegarse, curiosamente, ante la belleza y ciertos encantos masculinos y no intuir cómo caen en manos de sus peores enemigos, quienes les darán la peor posible de las vidas, que es lo que le ocurre a la protagonista. Lo llamativo del asunto es, por supuesto, el contraste entre la mujer “fuerte e independiente” y la extrema fragilidad sentimental que tantos sinsabores le depara. La protagonista, Carey Mulligan, reputadísima intérprete de An education (2009) de Lone Scherfig, compone excepcionalmente bien su personaje, porque sabe mantener a lo largo de toda la película una curiosa mezcla de ironía, seducción y determinación que vuelve inteligibles ciertas decisiones totalmente incomprensibles para los espectadores. No ocurre, sin embargo, lo mismo con sus tres pretendientes, demasiado rígidos en sus caracterizaciones, excepto el militar que se casa con ella, y descubre, horrorizado, más tarde, el malentendido que le privó de casarse con su verdadero amor, me refiero a Tom Sturridge, quien protagonizó Radio encubierta(2009) de Richard Curtis, una deliciosa película que hará las delicias de todos los amantes del rock and roll, y que es el único en dar un giro de 180º a su personaje para descubrirnos el abismo de una pasión sometida al maleficio del azar. En el cine es fácil advertir la facilidad con que Bathseba se precipita en el error; pero, a juzgar por las campañas televisivas que buscan prevenir a la juventud de caer en esos errores, no debe de ser, en la vida real, tan fácil evitar caer en él; de ahí que el tema resulte, a poco menos de dos siglos de distancia, tan actual. La educación erótico-sentimental ha formado parte, desde siempre, de la “función” social que ha desempeñado la literatura, y autores como Ovidio pagaron incluso con el destierro por pasarse de la raya, y otros como Longo, desde que fueron descubiertos a finales del XIX, consiguieron pronto el favor de muchos lectores y lectoras ansiosos por abrirse a ese mágico mundo de las relaciones amorosas. En conclusión, la película se deja ver, pero rara vez conmueve, y, bien entendida, puede ser de no poca utilidad para hacer trizas el velo de maya a través del cual observan la realidad amorosa, no tanto una veladura, en realidad, cuanto una distorsión de la que, muy a menudo, no se puede escapar sin serio daño para la integridad física y la psicológica.

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